El sol de un domingo bien tempranito se encuentra con residuos de una noche llena de promesas incumplidas y expectativas tiradas por un barranco. A este sol lo reciben la sinfónica de los pajaritos colgados y los tacos de mujeres presurosas por llegar a sus casas.
Las 5 am de un domingo envuelve cabelleras con olor a cigarrillo ajeno, rastros evidentes de maquillaje corrido, evidencias de estómagos poco fuertes y zumbidos en los oídos que persiguen hasta a la almohada.
Queda la estela de una chispa de un romance, el secreto de los besos no dados, las caricias perdidas y las lágrimas ocultas.
Lugar temporal donde las palabras se devalúan y se esfuman al amanecer. Todos somos, todos bailamos y todos queremos ser, hasta que salga el sol; ya luego nos devuelven...
se va la Luna cargada con todos nuestros arrepentimientos.
En el truque de los besos se opacan los amares; y en el desfile de lo bello se esconde lo triste.
No importa, siempre tendremos amanecer que purga todos los pecados, siempre tendremos domingo y semana nueva que ayude al olvido. Y así cíclicamente.
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