Y renazco en una suerte de pregunta existencialista que se me es puesta: ¿quién sos?
En un primer intento de desvaciar eso diría que me lleno de esto que vivo, de estos pasos que se me van dando en la vida y que poco a poco me transformo en huellas dadas por mis pies y mi cabeza. Le respondo a esa segunda persona que me interpela que soy (o intento ser) mi acontecer, situacionalidad eterna y cambiante. Efímera como algodón de azúcar en la boca y flexible como arco de gimnasta.
O a lo mejor en realidad no desaparecí de mí, sino que me perdí en los demás. Emprendería entonces esa búsqueda de identidad inmiscuida entre las palabras de los otros. Claro, así de fácil, cual collage de niño de jardín de infantes voy recomponiendo un ser que se construye de unidades de sentido encontradas en los decires de los demás. Seré, en este caso, un ensamble de proyecciones ajenas que voy a actuar como propias, una superposición de Noes creadas por las expectativas de las personas, una mera idealización de la gente.
Hagamos de cuenta entonces que cada célula de mi piel lleva impreso el holograma de un ser entero ajeno al que lleva la célula vecina. De esta manera, seré, si quieren, aquello que esperan de mi mí. Un mí distinto para cada beneficiario. Seré oído para quienes quieran ser voz, seré música para quienes quieran escuchar, seré luz para quienes quieran ver, o seré simplemente espejo para quienes no quieran ser.
Puede que exista, en cambio, otra alternativa en donde en el afán de diferenciarme de los demás, armaría mi yo de ladrillos nunca antes fabricados. Calcularía fríamente cada movimiento, pensando en que debería ser irrepetible y nunca antes ejecutado. Buscaría definir mi persona por negación de lo que son los demás arriesgando mi mismísima pertenencia a la especie. Intentaría alejarme de los lugares comunes para encontrarme en las fronteras de lo desconocido.
Podría caer, así, es una especie de reclusión social donde la unicidad sería tan extrema que la compartiría conmigo y con nadie más.
Podría caer, así, es una especie de reclusión social donde la unicidad sería tan extrema que la compartiría conmigo y con nadie más.
El problema es, ¿cuándo podemos vaciarnos de identidad para poder recrearnos? ¿Existe una cantidad exacta de cm cúbicos de sangre que pueden dar cuenta de ser vos o ser otro, de ser nosotros o nadie? ¿Dónde se mide todo eso? Los deportistas en la cantidad de títulos ganados, los escritores en sus títulos editados, los músicos en los álbumes lanzados, las personas...???
Lo cierto es que ya no puedo ahuecarme ni deshojarme para rearmarme. Podría en tal caso descorazarme para intentar dar con ese núcleo duro que hace a mi persona, esa esencia que puedo revestir una y otra vez de mil colores y modas distintas pero que no deja de ser eso, el núcleo duro de una persona que no se puede refutar como tal para reconfigurarse en otra.
Ser, es tan complejo de atribuir, soy es tan indescubrible que estimo que se podrá pasar toda una vida sin conocerlo.
Yo soy compleja,
yo soy transparente,
yo soy invisible
yo soy ínfima
yo soy siendo y en mi intento de decirlo.
Lo cierto es que ya no puedo ahuecarme ni deshojarme para rearmarme. Podría en tal caso descorazarme para intentar dar con ese núcleo duro que hace a mi persona, esa esencia que puedo revestir una y otra vez de mil colores y modas distintas pero que no deja de ser eso, el núcleo duro de una persona que no se puede refutar como tal para reconfigurarse en otra.
Ser, es tan complejo de atribuir, soy es tan indescubrible que estimo que se podrá pasar toda una vida sin conocerlo.
Yo soy compleja,
yo soy transparente,
yo soy invisible
yo soy ínfima
yo soy siendo y en mi intento de decirlo.